miércoles, 9 de marzo de 2022

Mi testimonio de Sanidad del COVID-19

Mi nombre es Alexandra Gomez y soy periodista, antiguamente rebelde (y aún, a ratos). Este es mi testimonio que llamo: de la rebeldia a la luz: batalla por el Alma. El mes de febrero de 2020 yo era una madre y mujer moderna citadina de Logroño; con una hija de 4 años, quien asistía  al colegio perfecto; tenía (y tengo, gracias a Dios, también) el esposo perfecto, el trabajo ideal de 9 de la mañana a 1 de la tarde, con un salario decente, había hasta wifi, fruta los días martes; y lo justo de salario para irme de rebajas por la San Anton y ayudar a mi familia: todo estaba en su lugar. Yo, esa mujer moderna: Confiaba plenamente que mi estado mental y mi alimentacion regían mi felicidad, al igual que mis decisiones (como si existiera tal cosa en un universo tan vasto)- y tambien creía en el multiverso- en otras vidas, y como ya de paso estaba enojada con Dios, oficialmente lo abandone esos años,
 y, practicaba yoga, a la vez que minuciosamente investigaba sobre el significado de la vida (o las vidas), en otras religiones, pensaba que El no estaba guiando mi vida, sino yo misma: como si existiera tal cosa en un universo tan vasto, pues realmente, no controlo ni la comida de los peces del mar! Solo controlo cual día de la semana voy a comprarlo en Carrefour (y aún, ni eso).    Una cosa muy particular que me sucedió en una clase de yoga, fue escuchar la voz de Dios, como un pensamiento muy delicado y suave. Él Me consolaba cuando lloraba por el fallecimiento de mi abuela el año 2019. Me parecía imposible que Dios, Jesucristo, pudiera hablarme aun en un templo de yoga. Pero, fui consolada, y no solo ese día. Y No solo en ese lugar... El ya estaba dejándome migas y pistas como Hansel y Gretel, para reconciliarnos. Un día, cuando fui a dejar a mi hija de 4 años en su colegio (el colegio perfecto como ya lo dije), experimenté dentro de mis pensamientos otro pensar: no traigas a tu hija al colegio- Como ya no creía en Dios, recordad que "estaba enojada con El"; con el Dios de Israel, ese que nos re-presentan muchas iglesias a su manera de normas y leyes estrictas... Tal como los describió Jesus en el libro de Mateo: Cuidaos de la levadura de los fariseos y Saduceos: se refería a: cuidaos de las normas estrictas que pretenden emular la 'formula' para llegar al cielo; cuidaos de los hipócritas y los que buscan llenar su estómago... A eso se refería, mas yo no lo entendía. Era simple y muy caprichosa. Creía que Dios era mas bien un mago en una lámpara. Y por eso me enoje enormemente al punto que no lo entendía en ese momento; y mucho menos entendí su aviso para nuestra vida a partir de ese día. No entendí por qué no era buena idea llevar a mi hija al colegio. Ya a principios de marzo 2020; pasadas dos semanas de lo que pensé haber meditado o no sé si escuchado; empezaron a la vez, los primeros casos del virus en España y antes de darme cuenta, mi hija, con 4 años, fue una de las primeras en sufrir este "virus". Recuerdo que la semana antes a ella caer con esa fiebre de 40, la cual duro 3 semanas; este "pensamiento" tambien llego a mi mente: "Ayuna". Así; que, como yo practicaba yoga; deje de comer tres días a la vez que practicaba ciertos movimientos al sol; y me colocaba mantras. Cuando mi hija enfermo; ya más grave,  yo llevaba 2 días en ayuno y escuchar mantras. Mi hija también lo practico conmigo justo antes de iniciar la primera fiebre, porque traje esa costumbre de “relajación” a casa. Los sonidos, la música, todo parecía idílico; hasta que cayó en fiebre. El día antes de mi hija caer en cama, practicamos juntas yoga antes de dormir y tuvimos un sueño idéntico, el cual le conte luego a mi antiguo profesor. El sueño era una terrible pesadilla que solo se corto cuando me esforcé en el sueño, por decir el Padre Nuestro; y digo "esforcé" porque yo sencillamente no lo recordaba, obviamente, tras 4 años de haber renunciado a Dios, no recordaba ni como orar! De lejos. Pero... Apenas dije "Padre Nuestro que estas en el cielo" esta pesadilla que Alma y yo tuvimos a la vez, se terminó. No sabía que había ocurrido algo en el mundo espiritual, pero, al día siguiente por la noche empezó su largo trayecto y batalla (espiritual) con el virus, por tres largas semanas. Digo espiritual porque verdaderamente buscamos toda solución posible y no pudimos lograrlo, desde llamar al ambulatorio local, apuntarnos a la lista de espera que supuestamente venían a tu casa, citas telefónicas con pediatras que ninguno se atrevía a recetar algo certero porque no conocían el virus—hasta que, ya cansados de llamar puertas, nos quedamos solos los tres, mi esposo, mi hija, y yo, con Dios: Mi esposo, no creyente (más bien separado después de haber aceptado la iglesia), mi hija (que aún yo no le había hablado De Dios a sus 3 años) que padecía; y yo. En la primera semana: El primer impulso había sido por supuesto llamar corriendo a su pediatra del prestigioso Centro de Salud; ese edificio moderno, enorme y lujoso donde nos atienden cada mes desde el nacimiento de la niña, nos respondieron con un simple: " Aqui, no la traigáis..! " Ante lo desconocido, hasta los medicos tenían miedo en los primeros días de la llegada del virus. Tampoco nos desalentamos por esta experiencia ni desestimamos por esto el llevarla al hospital, quienes nos dijeron: "Os apuntamos en lista de espera; y nosotros le hacemos el test" Nunca vinieron. Aun así insistimos con 4 llamadas, mas nunca vinieron. Así, mi esposo sin conocimientos médicos mas que de pescados, yo, que soy periodista; y mi madre, maestra, estábamos solos ante la batalla con el virus sin saber que hacer, y encima encerrados por mandato nacional en casa. Cuan frustrante fue no poder correr a ningún sitio a pedir ayuda! Así que mi único lugar, fue la habitación donde cuidaba a mi hija. Allí; la voz delicada seguía diciéndome: ayuna. Y mi esposo apareció en escena diciendo: no pongas mas esa musica (se refería a los mantras). Y así hice; me dediqué a ayunar en silencio. Sin agregar musica ni palabrerías. Ya avanzados al final de primera semana de esta batalla con el virus, este primer encuentro con el silencio, me ayudo a recordar lo poderoso que fue ese 'Padre Nuestro' en la pesadilla que tuve, para salir de ella, si es que se puede hablar de ese lugar como algo real, entonces oraba así mismo tal como aprendí de niña; lo hacia con mucha esperanza y fe toda la noche, sosteniendo los pies encendidos en fiebre de mi hija: "Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén. (Mateo 6:9-13) Esto era lo único que recordaba que funcionaba con poder, y lo único que di como medicina a mi hija en los próximos primeros días de ayuno. Y digo primeros porque buscando desesperada el favor de ese gran Dios de dioses, seguí en ayunos hasta el día 13. Mi hija quien es ahora una amazona de caballos; bailarina de ballet; y buena comedora, en ese entonces con sus 4 años muy enérgicos se encontraba en cama sin fuerza. Tenia que levantarla con mis brazos para la mínima actividad como comer o ducharse. Aun así seguimos orando fuertemente cada noche: El Espíritu Santo, y yo, en esa habitación. Hasta que mis Padre Nuestro ya poco a poco, se fueron convirtiendo en oraciones de conversación en ese Dios. Empece a conversar y pedirle como a un amigo cercano. Acostada al lado de mi hija hasta que me quedaba dormida. Ella dormía en su camita estilo casita al ras del suelo. Y yo dormía en la alfombra a su lado sosteniendo sus pies. No es que, mi sacrificio ha sido merecedor. No me mal entiendan. Pero si he logrado encontrar Algo que siempre ha estado disponible: la salvación, la misericordia, y el amor. "Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó diciendo: --Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores. Y le dijo: --Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: --Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra, y mi criado será sanado. Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a éste: "Ve", él va; si digo al otro: "Ven", él viene; y si digo a mi siervo: "Haz esto", él lo hace. Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que le seguían: --De cierto os digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Israel. (Mateo 8:5-10) Entonces Jesús dijo al centurión: --Ve, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella hora. Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que su suegra estaba postrada en cama con fiebre. Él le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle. Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos, de modo que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, quien dijo: Él mismo tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades. (Mateo 8:13-17) La sanidad es solo una consecuencia del Amor que Dios tiene para con todos a pesar de nuestros "enojos" con sus decisiones. Sus decisiones son para nuestro bien, y con El hacemos un equipo perfecto. Con El, tu Hacedor, encuentras tu verdadero médico: el que sabe liberar tu Alma y como simple consecuencia, tu cuerpo. (Y esta historia… espero: continuará)